TALENTO DIALOGANTE ENTRE ASTURIAS Y CUBA

Jorge Diego Fernández Valera
(viola)
Hace días que tenía pendiente escribir unas líneas sobre el último proyecto del pianista, violista y compositor asturiano Jorge Diego Fernández Valera (Gijón, 1996). Se hacía necesario hacerlo especialmente en estos tiempos en los que deben apoyarse más que nunca todos los empujes inspiradores de nuestros artistas. No faltan las ganas ni el talento a este músico, que junto con Gabriel Ordás cosechaban un gran éxito ante el público carbayón en su último concierto –al que asistimos– en el Auditorio Príncipe Felipe, donde juzgamos que estuvieron magníficos. No sé si al tiempo nos hallaremos ante un nuevo caso de «oviedismo geotrópico» –término que debo a Gabriel Martínez García– pero si es así, habremos de celebrarlo pues nuestra música asturiana lo precisa y no les faltará talento ni apoyo para llevar adelante la empresa de enriquecer con su firma los atriles del mañana.

El último proyecto de Jorge Diego partió de un curso de violín celebrado en Asturias durante el cual conoció a la otra protagonista del proyecto, la violinista cubana Liliet Silva Carmenates (Camagüey, 1998). Valera había presentado en concierto su obra Sonatina para violín y viola, por la cual Liliet había manifestado a nuestro músico su admiración por la misma, sentimiento compartido por Valera ante el manejo de la violinista. Sin embargo, el advenimiento de la pandemia COVID-19 obligó a detener la posibilidad de que el dúo pudiera realizarla conjuntamente.

Liliet Silva Carmenates
(violín)

Las nuevas tecnologías hicieron posible romper la barrera de los más de 6000 kilómetros que les impedían tocarla juntos. Liliet desde Camagüey y Jorge Diego desde los Valles del Huerna (Lena), pusieron en movimiento sus arcos y ambos estrecharon un puente musical entre el cálido verano de Cuba y el frío invierno asturiano. El momento solo precisaba de ser registrado y así, la Sonatina para violín y viola tomó forma de videoclip, en el cual ambos músicos dialogaron en términos musicales y rompieron todas las distancias, excepto la obligada de seguridad.

 

La obra Sonatina para violín y viola se desarrolla en tres movimientos:



El primer movimiento toma forma de sonata, una estructura plenamente enraizada en la tradición, si bien reserva las mayores cotas de libertad en el plano armónico y el empleo de motivos que estrechan el diálogo entre los dos mundos contrapuestos. Es por ello que a pesar de estas diferencias, las preguntas y respuestas se suceden con plena coherencia y emerge una sección que entrelaza el sabor y color de las danzas isleñas con la noble sobriedad del páramo nevado.



El segundo movimiento tiende a ejercer como puente entre el primero y el tercero, símil del mismo océano que les separa y a la vez les une. Un pasaje rico en perfiles melódicos ondulantes con reminiscencias al ambiente marino. Acompañan bien determinados rasgos modales y el ritmo sosegado a las imágenes de la montaña y de la lejana ciudad, que tampoco ha perdido en absoluto su cómoda y natural cadencia. A pesar de los días en los que se grabó, permítasenos la cita cineasta: digo sencillamente, que la vida se abre camino.




El tercer movimiento es contrastante. La sección descarga su peso en el factor melódico y cromático, empleándose circunstancialmente un centro tonal en Do que le brinda al violín un marco inmejorable de libertad sobre el cual efectuar su despliegue virtuosístico. Reaparecen de nuevo varios motivos iniciales, que son presentados con una mayor elaboración y complejidad si cabe, para cerrar la obra con excelente rotundidad.

Pues vaya aquí, una prueba del hacer del joven compositor asturiano y esta virtuosa violinista cubana, quienes en tiempos de pandemia han sabido unir sus talentos para estrechar la distancia entre Asturias y Cuba a través de esta esmerada obra de Jorge Diego Fernández Valera.

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