EL GAITERO DE TRESGRANDAS: UN ARTISTA SIN LÍMITES

El gaitero Julio Díaz, «el ciegu de Tresgrandas»
Fuente: María Antonia Díaz

Julio Díaz de la Fuente, «el ciegu de Tresgrandas» (Tresgrandas, 1907 - Tremañes, 1977) fue uno de los gaiteros más importantes y virtuosos del oriente asturiano durante el siglo XX. A pesar de esto, su figura es prácticamente desconocida y hoy la hemos recuperado a través de la memoria de su hija Toña: sus hazañas, aventuras, sus gaitas, incluso grabaciones inéditas del propio Julio tocando su instrumento.

Apenas unos meses atrás, el cantante y amigo Odón del Paganéu me habló de la familia del «gaiteru de Tresgrandas». Su hija Toña, al saber de nuestro archivo por Odón, se ofreció amablemente a facilitarnos unas antiguas grabaciones en cinta de cassette que habían sido grabadas a su padre en 1973. A través de Odón nos las hizo llegar y tras realizar una digitalización y copia, telefoneamos a Toña con la promesa de volver con ellas a Tresgrandas y rescatar la memoria de su padre mediante un artículo a modo homenaje. Un reconocimiento, que, a pesar de sus sobradas cualidades como músico, nunca recibió en su pueblo. Sin embargo, en los últimos tiempos, el homenaje Gaiteros al límite ha servido para reavivar su recuerdo. 

El dieciocho de octubre de 2020, con el trabajo realizado y salvando las limitaciones impuestas por el COVID-19, Odón y quien escribe pusimos rumbo a Tresgrandas. El pueblo constituye un formidable balcón desde el cual se puede contemplar todo el Valle Oscuro en su extensión, fundiéndose en su fondo con la Sierra del Cuera. Al otro lado de esta, el mar. Y a este lado, Toña, su hija Alba y Joaquín nos esperaban con un buen pote preparado y el ánimo a flor de piel para revivir todos sus recuerdos.


De izquierda a derecha: Luis, Toña, Alba, Joaquín y Odón.
Sobre nosotros, el gaitero y su familia en un antiguo retrato.
Fuente: Odón del Paganéu


Julio Díaz, «el ciegu de Tresgrandas» tendría en la actualidad ciento catorce años y aún sería considerado un virtuoso de nuestro instrumento. Parece que sus problemas de visión le acompañaron desde niño, quedando seriamente agravados con un aparatoso accidente, cuya lesión generó una meningitis de resultados irreversibles. A esta edad temprana, ya soñaba con tocar la gaita y el violín, y él mismo construyó sus primeros instrumentos, casi de juguete podríamos decir, con los que saciaba su interés. Su pasión le llevó un buen día a cruzar los montes para recibir las lecciones que impartía un aventajado gaitero residente en el pueblo de Alevia, que dista a más de dos horas a pie. Creemos nosotros que pudo ser su maestro el célebre Manolo Rivas (La Portilla, 1884 - Alevia, 1956), instalado en aquel pueblo desde su matrimonio en 1916. Así lo creemos tras leer las palabras de Manolo Quirós en referencia a la pieza 77 de su Libro de la gaita (1993), una versión de la Jota de la Magdalena aprendida del gaitero de Tresgrandas.


Julio Díaz tocando su gaita
Fuente: María Antonia Díaz
    Julio, era hombre de genio e ingenio, conductor de la fiesta, célebre en sus escarceos y siempre solicitado por su virtuoso tocar. De todo ello se valió para labrarse su consideración de brillante artista popular y sobrevivir en un mundo difícil, y las veces, lleno de malicia para una persona en su condición. Así todo, la música le sirvió para comenzar a ganarse la vida por un lugar y otro, siendo acompañado al tambor por su hermano Manuel y años más tarde, por su vecino Pepe Díaz «el caminero». Durante este tiempo su fama se fue extendiendo por todo el oriente asturiano e incluso realizaba incursiones en León, donde ambos hermanos cobraban a menudo en especie. Personas de diversa condición solicitaban su presencia para amenizar todo tipo de actos, algunos incluso destacados nombres como el ministro Jorge Vigón. A todos ellos el gaitero complacía, aunque en ocasiones no llenara más que el estómago, regado de abundante "caldo". 

Tras casarse en su pueblo natal se trasladó a Mieres. En este lugar también fueron célebres sus intervenciones musicales, en las que se acompañaba a sí mismo de un bombo con pedal. Allí ganó un premio tocando su instrumento preferido, por el que recibió un paraguas, unas madreñas y diez pesetas. Nos contaba su hija, que también acompañó a cantantes como la quirosana Diamantina Rodríguez y la célebre Antoñita Moreno. Su condición de invidente cada vez parecía limitarle menos en su afán de progreso, pues en la villa del Caudal, él mismo se dispuso a construir una casa junto al “Puente de la perra”, la cual un buen día una riada se llevó por delante.


Entre sus incesantes idas y venidas por un lugar y otro de Asturias y España, cabe citar su paso por el Centro Asturiano de Madrid animado por una noticia que anunciaba la celebración de la “Fiesta del Bollu” a orillas del río Manzanares. Allí conquistó la condecoración de “Gaitero de Honor del Centro Asturiano de Madrid”, recibiendo una copa, un diploma y numerosos obsequios. Llegó a ser recibido incluso por Franco, su esposa Carmen Polo y el rey Hussein I. De uno de estos encuentros, quedó para el recuerdo una sonada anécdota en referencia a sus galanterías con las mujeres. Al juzgar de su hija Toña, estas le gustaban tanto como la gaita. Se ríe al referirnos que, siendo recibido en una ocasión por Carmen Polo, el gaitero «apalpaba» generosamente y con poca inocencia. La reacción de los guardias de seguridad fue inmediata, a los que la señora Polo puso freno con un sencillo: «No, déjenle. Pobrecillo, ¿no ven ustedes que es ciego?». Se ríe Toña y nos dice: «No veía, palpaba, pero ¡bien palpaba!».


Tras un tiempo residiendo en Arriondas, su primo Genaro Riestra, entonces Gobernador Civil de Vizcaya, le facilitó un piso de protección oficial en Bilbao. Allí Julio, fue al decir de su hija uno de los primeros en afiliarse a la Organización Nacional de Ciegos Españoles. Su voz recia pasó a cantar los cupones pro-ciegos por todos los barrios próximos a la ría de la capital vizcaína, siendo frecuente escucharle en las calles Fernández del Campo y Hurtado de Amenzaga. Entre tanto, entremetía un aire asturiano para ganarse de nuevo la atención del viandante. Es su viva imagen, égloga inspiradora en la voz del periodista Miguel Ángel Astiz que dijo de él: «trabajar y cantar un ciego, quieto en una esquina abatida por el frío y el agua, es como para hacer ya una estampa del espíritu de este hombre que allí pregona la suerte a quien quiere oírle». Sobre su estancia en Bilbao, el cronista Cezaro del diario ovetense La Nueva España le dedicó el siguiente artículo que adjuntamos en imagen.


Artículo sobre Julio en La Nueva España (1962)
Fuente: copia en archivo del autor

En esta ciudad enviudó de su primera mujer que trajo al mundo nada menos que diecisiete criaturas. Hoy viven cinco. «Reconocidos», nos matizaba Toña con su característica sorna, pues en Bilbao el gaitero echó novia y acrecentó aún más su leyenda. En esta capital recibió el premio de Gaitero Mayor del Centro Asturiano de Bilbao, situado entonces en la calle Castaños y realizó grabaciones discográficas en Radio Nacional de España grabando villancicos. 


No importaba el lugar de España donde el gaitero se hallare, que nunca perdió su costumbre de volver a Tresgrandas con motivo de la fiesta patronal de San Juan. Anunciaba su llegada tocando la gaita desde su balcón y divertía sin cesar a jóvenes y viejos con su extensísimo y bien dominado repertorio, siempre actualizado y a gusto de unos y otros. Y allí en su pueblo, también se descubrió como un hábil ebanista y constructor de gaitas. Las fotografías y grabaciones conservadas, hablan de su hacer. Parecería difícil de creer que un ciego manejara un torno y moldeara a capricho la madera sin tan siquiera lastimarse, pero así era. 


En la siguiente fotografía que se muestra, se puede ver una gaita perteneciente a los fondos del Museo Internacional de la Gaita que al juzgar del etnógrafo Gausón Fernandi, fue realizada por nuestro protagonista. De todas las piezas, llama la atención el soplete, cuyo orificio en un lateral del extremo inferior parece tener como finalidad la evacuación de saliva y su torneado, a juicio del artesano Chus Solís que la ha estudiado, mantiene algunas diferencias con el resto de la gaita. Esto hace que no se pueda descartar que tal pieza pudiera tener diferente antigüedad u origen.  


Soplete y piezas de la gaita atribuida a Julio "el ciegu de Tresgrandas"
Fuente: Chus Solís, constructor de gaitas


Como decíamos al comienzo de nuestro artículo, hemos digitalizado las grabaciones que se conservan de este gaitero. Creemos que no hay mejor forma de homenajearle una vez vistos sus instrumentos, que escuchándolos en las propias manos del artista que les dio forma y vida. De todas las grabaciones seleccionamos el pasodoble La morena de mi coplainterpretado por Julio Díaz en el año 1973. Una antigua grabación que juzgamos de gran interés, pues es solo una muestra del extenso conocimiento del gaitero en bailables modernos y además expone en ella múltiples recursos técnicos y expresivos. Por si esto fuera poco, aún ya veterano –fallecería cuatro años más tarde– Julio canta y toca el instrumento a un tiempo.




De Bilbao pidió un traslado para las islas Canarias, donde incluso compró un piso y «tuvo amores con una mora», al decir de Toña. No sería la última andanza del célebre gaitero. Trabajando su hija en Chiclana, un buen día recibió una llamada advirtiéndole de que un hombre ciego se había presentado solo en la estación de Linares-Baeza y le reclamaba. Así era el músico. Allá se fue a por él, comunicándole al tiempo que tenía una nueva novia, la madre de Lecherito –suponemos artista– y pretendía matrimonio con ella. Ya lo decíamos, genio y figura, que podríamos «hasta la sepultura»; aunque sus planes se fueron al traste, pues al poco se halló enfermo, regresando a Bilbao y posteriormente a Tremañes (Gijón), falleciendo en 1977. 

Acaba así la historia y también la sobremesa en la casa de este gaitero, no sin antes despedirnos brindando a la familia de Tresgrandas y a todo el Valle Oscuro unas asturianadas desde el corredor de la casa que su hija levantó siguiendo las demarcaciones que el invidente músico dejó hechas. La voz de Odón del Paganéu llenó Tresgrandas, extendiendo su eco por todo el valle con su bien escogida Voy pa Llanes. Lo acompañaba una gaita de ébano como la tallada por nuestro protagonista, que sonaba ahora desde el balcón, como  otrora solía. No podemos olvidar la sonrisa aguda en el perfil de Toña, abundante y orgullosa que, por momentos, no sabíamos si era la suya o un reflejo de la de su padre complacido. 


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